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Sentirnos dueñas de nuestro cuerpo, cuidarlo, amarlo y conectarnos con el propio sentir. Es hacer respetar sus límites y escucharlo, porque en su sabiduría nos habla a través de la intuición, el dolor y el placer. Pero estos límites no son solo los de la carne, sino también los del pensamiento, la expresión, la palabra y la acción. No solo hemos sido violentadas por siglos a través del sexo o de la agresión física; el discurso continúa tratando de atarnos a todas las convenciones del ser “mujer” y de condenarnos a la dicotomía de la virgen o la puta. Es, en realidad, un arma de control y domesticación. Y sí, debemos continuar custodiando nuestro territorio, apropiándonos de él y manteniendo su equilibrio.

Esta intervención está inspirada en la pintura La Danza de Matisse. Pienso que la única forma de generar impacto en el mundo es uniéndonos y la danza es una forma de hacerlo. Así que representé a un grupo de mujeres con vestidos de bailes tradicionales colombianos moviéndose a la luz de la luna. Emma Goldman dijo: "Si no puedo bailar entonces no me interesa tu revolución” refiriéndose a que la lucha comienza con la libertad de expresión en todas sus formas.

Esta obra mural irradia fuerza, ternura y resistencia. Al centro, una mujer de cabello azul intenso y mirada decidida emerge como figura maternal universal, símbolo de la naturaleza y de la lucha silenciosa pero firme de tantas mujeres. Su serenidad contrasta con su evidente poder: representa a todas aquellas que cuidan, protegen y guían sin buscar reconocimiento. A su lado, dos escenas reflejan la maternidad en el reino animal: una tigresa y una leona, ambas abrazando tiernamente a sus crías. Estas imágenes no son solo representación de la ternura maternal, sino también metáforas de la valentía y la capacidad de las mujeres para proteger lo que aman frente a cualquier adversidad. La obra transmite un mensaje claro y potente: el amor materno, el cuidado y la protección son derechos fundamentales. No deben ser privilegios. Al mismo tiempo, recuerda que la lucha de las mujeres —por ser reconocidas, por criar en paz, por vivir sin miedo— es también la lucha por preservar lo esencial en la humanidad: la vida misma.

Homenaje de reparación a las estudiantes y profesoras víctimas en el caso FEDEGAN.

En las calles de Bogotá nuestras voces se unen en un grito urgente: las infancias “NO SE TOCAN”. Esta intervención nace del dolor y la rabia ante los recientes casos de abuso infantil en instituciones que debían protegerles, y por los más de 4.375 casos registrados en lo que va del 2025. Exigimos justicia sin demoras y cambios reales en un sistema que sigue fallando. Cada niño y niña merece crecer en un entorno seguro, libre de violencia y amoroso.

Somos aborteras porque defendemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas sin ninguna culpa ni condena social. Conmemoramos el día de la despenalización del aborto en América latina y el mundo entero. Exigimos que se cumpla la sentencia C-055 y que se garantice el acceso a un aborto sin barreras, libre, feminista y antirracista.

Furiosas, guarichas, vivas y libres. Así nos queremos.

Estamos cansadas de ser el punto en donde converge la violencia, salimos a las calles a decir: “no más”